La ilusión de la tecnoutopía que despiertan las nuevas formas de comunicación nos ha llevado a una falsa era de libertad digital, en la que las grandes plataformas de contenidos se han convertido en las auténticas vertebradoras de la información y en la que los algoritmos secretos moldean la vida de la sociedad y de las personas, con la posibilidad de generar burbujas ideológicas radicales o poco democráticas. La consecuencia inmediata es que hoy son más vulnerables las empresas, las instituciones y los ciudadanos. La batalla frente al lobby tecnológico o al poderoso sector financiero es –siempre lo ha sido– limitada y desigual; sin embargo, tienen un flanco enormemente vulnerable: su reputación. La posibilidad de valorar a empresas, instituciones u organizaciones, y la incidencia que dicha valoración tiene sobre su reputación, nos otorga un nuevo e importante poder de influencia para reconfigurar el mundo. El capital reputacional es hoy esencial para cualquier personalidad, político, empresario o celebrity, al tiempo que ofrece al ciudadano una herramienta valiosa de presión. En esta nueva República de la reputación, hiperconectada y emocional, debemos interpretar esta cartografía física y social para, a través de las historias y las nuevas narrativas corporativas, aprender a cuidar nuestra reputación como un activo que no conviene menospreciar.
Las grandes transformaciones sociales vinieron a través de las ideas, luego fueron los inventos los que indicaron los cambios, ahora son los cambios tecnológicos tan extraordinarios, como por ejemplo Internet, los que fabrican las hojas de ruta de las sociedades. Sería bueno que, de nuevo, sea el talento el que ordene la escritura y no el brazo gigante de la técnica y el interés el que oriente a nuestra civilización occidental. Hablar de energía en economía es como hablar de la sangre en el ser humano. La metáfora que nos traslada Pau Solanilla y Álvaro Ponce en este libro apasionado, lleno de información y con toda intención es que si las sociedades no son capaces de hacerse con el control de la energía que, al menos se nos permita gestionarla en nuestras casas o talleres. Mariano Guindal.
Europa hoy, no tiene capacidad de ilusionar, de cohesionar o de hacer a la ciudadanía sentirse parte real de un espacio común. La Unión Europea no habla con sus ciudadanos, no sabe cómo explicarse, no tiene un relato adaptado a la realidad del siglo XXI. Sin embargo, la potencia de la red, nos permite hoy, enfrentar esta crisis. Las herramientas tecnológicas al servicio de la ciudadanía pueden renovar los mecanismos de información y participación generando nuevos espacios de interacción que enganchen a los ciudadanos.
El presente texto está basado en la intervención en el marco del Seminario “Impulso de la democracia, la gobernanza y el diálogo en el Mediterráneo y Oriente Medio: las políticas españolas” organizado por La Fundació Rafael Campalans y la Fundació CIDOB en el “Second World Congress of Middle East Studies”, celebrado en Jordania en junio de 2006