Las certezas de ayer no sirven para afrontar los retos del mañana. Los diversos choques sistémicos de los últimos años han dado como resultado un mundo totalmente desconfigurado. Es necesario diseñar nuevas coherencias y alianzas para reconfigurar las políticas públicas ante el desafío de afrontar los retos del futuro del trabajo.
En el mundo de hoy las certezas de ayer – e incluso alguna de las de hoy -no sirven para afrontar los retos del mañana. Los diversos choques sistémicos de los últimos años como la crisis financiera de 2008, la pandemia de la COVID, o la guerra de Ucrania, han dado como resultado un mundo totalmente desconfigurado. Es por ello, que es necesario diseñar nuevas coherencias y alianzas para reconfigurar las políticas públicas ante el desafío de afrontar los retos del futuro del trabajo y sus dos grandes vectores de cambio: la transformación digital y la emergencia climática.
Las ciudades son el lugar donde se producen y visibilizan los grandes cambios sistémicos. Es en ellas donde se genera la innovación, pero al mismo tiempo emergen nuevos problemas que hay que gestionar fruto de los cambios disruptivos en las nuevas formas de vivir y trabajar. El reto así es, cómo hacer de las ciudades territorios competitivos, sostenibles y equitativos. Algo que es especialmente sensible en el mundo del trabajo ante la sensación de incertidumbre e inseguridad de poder optar o mantener un empleo estable y de calidad.
Los avances tecnológicos hacen que se fragmenten los mercados de trabajo, con una creciente diversidad de formas y relaciones laborales. Nuevas formas de creación de valor y de generación de oportunidades laborales que coexisten con las formas tradicionales generando transiciones difíciles de gestionar.
La realidad del mundo del trabajo resultante de la eclosión de la economía digital, se caracteriza hoy por una mayor movilidad profesional y por la flexibilidad radical con la llegada de la “economía bajo demanda”. Esto es, tener acceso a lo que quieras, cuando quieras y donde quieras, sobretodo en el entorno urbano. Algo que genera una nueva cultura en las empresas, adictas de la flexibilidad para gestionar picos de demanda, el llamado matchmaking.
Las empresas se están volviendo adictas de la flexibilidad para gestionar picos de demanda, el llamado matchmaking.
Una realidad que corre el riesgo de dejar obsoletas las tradicionales formas de relación laboral en el que los Estados, que son los que tienen las competencias en materia laboral, quedan desbordados por una realidad que va mucho más deprisa que la capacidad de legislar. Todo ello nos interpela a gestionar los viejos y los nuevos problemas del mundo del trabajo con audacia e inteligencia.
La emergencia de la economía digital genera una tendencia de concentración de la productividad en pocas manos en el que las plataformas digitales concentran el poder –winner takes all-, y hace que caminemos hacia un mercado de trabajo polarizado. Por un lado, una tendencia hacia la alta especialización y bien pagada, y por la otra, mano de obra poco cualificada y mal pagada que fragmenta las vidas laborales y los ingresos. ¿Cómo ofrecer entonces desde las ciudades seguridad en un mundo de alta incertidumbre?
El talento es el nuevo petróleo, invertir en habilidades.
El talento emerge en el mundo de hoy como el factor crítico competitivo para atracción de inversiones y generación de valor. Asistimos a un cambio de paradigma en la conformación de las cadenas de valor global, sobre todo en la economía digital. Las empresas hoy invierten y se instalan allí donde hay talento, y es que el talento ya no siempre se desplaza allí donde están las empresas.
Si bien el talento está distribuido en el mundo, las oportunidades no lo están. Éstas se concentran en ciertos territorios, y concretamente en algunas ciudades, y no en todas las ciudades. Asistimos a una verdadera (r)evolución del talento y en particular del talento digital, que busca los mejores lugares para vivir y trabajar. Estos perfiles profesionales valoran muchos más aspectos como la conciliación -y el teletrabajo-, que van ganando terreno frente a incentivos materiales como el sueldo entre las motivaciones para cambiar de trabajo.
Y es que con un talento cada vez más escaso y selectivo, hay que ser muy eficientes a la hora de atraerlo y retenerlo atendiendo a sus preferencias: salario, conciliación, ambiente laboral agradable, seguridad en empleo y desarrollo de carrera. Y es que la competitividad de los territorios y en particular de las ciudades, dependerá en buena medida tanto en la capacidad de atraer talento como de formarlo en aquello que demanda el mercado, las habilidades.
El mundo del trabajo que emerge requiere además de competencias, sobre todo habilidades. Las competencias suele ser responsabilidad de los sistemas de educación formal en manos de los Estados o de las regiones, pero la formación en habilidades –skills– tienen que ser el principal driver de intervención de las ciudades.
En el mundo de la economía digital, el “killer application” son las habilidades, y hay que invertir masivamente en ellas a través del reskilling y el upskilling. Un papel en el que las instituciones locales deben tener un papel de liderazgo tejiendo una inteligente estrategia de colaboración público-social-privada.
Los expertos predicen que el 60% de los empleos que habrá que cubrir en apenas una década no se ha inventado todavía. Contribuir a la empleabilidad de nuestros ciudadanos desde las ciudades tienen que hacerse ofreciendo respuestas rápidas y adaptadas a las necesidades de los mercados laborales locales apostando con nuevas competencias y habilidades. La clave de la empleabilidad es la formación y la capacitación ágil, esto es, formar nuevos perfiles profesionales con un “time to market” lo más rápido posible.
Urbanismo, calidad de vida y futuro del trabajo
Sin embargo, ganar la batalla del futuro del trabajo para generar un nuevo círculo virtuoso de oportunidades laborales en las ciudades, será una combinación de diversas estrategias de especialización inteligente.
De una parte, los territorios y las ciudades se deben reconfigurar en verdaderas comunidades de aprendizaje para fomentar la empleabilidad permanente, lo que otrora llamábamos en el argot europeo el long life learning, el aprendizaje durante toda la vida.
Pero eso no es suficiente. Ganar la batalla del futuro del trabajo y la atracción de inversiones y de talento requiere igualmente reconfigurarse como territorios agradables y saludables para vivir y trabajar. Las políticas de planificación urbana, esto es, la que depende la calidad de vida de las personas, con la conectividad física y digital, servicios públicos de calidad, espacios verdes, la apuesta por la movilidad sostenible, la ciudad de los 15’, etc son un vector igualmente clave para la competitividad, la sostenibilidad y la equidad.
Y es que las empresas y el talento no quieren ya establecerse en malas ciudades, sino en aquellas que les ofrecen trabajo y calidad de vida. ¿Es tu ciudad una de ellas? Si no lo es hay que empezar a preocuparse y reaccionar.