Educación, equidad y urgencia digital

Nuestra educación necesita un choque de modernidad. La resiliencia de una sociedad está íntimamente vinculada a la capacidad de su sistema educativo de formar y capacitar talento.

La crisis de la COVID19 ha mostrado con toda su crudeza los desequilibrios y vulnerabilidades de nuestro sistema educativo para afrontar el futuro que emerge con garantías y conciliar competitividad, sostenibilidad y equidad. 

La educación requiere un nivel de inversión adecuado y España dedica recursos insuficientes. El gasto público educativo se sitúa en el 3,97% del PIB, lejos del nivel de inversión de países como Islandia (7,53%), Suecia (6,77%), Dinamarca (6,58%), Finlandia (5,68%) y Noruega (5,61%), Israel (7,06%), Estonia (5,96%) o Letonia (5,79%).

Ahí radica en buena parte uno de los obstáculos para afrontar algunos de los problemas estructurales a los que nos enfrentamos.

Hoy tenemos una oportunidad para empezar a revertirlo y combatir las deficiencias del sistema educativo español si aprovechamos bien los 1.853 millones de euros procedentes del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia de la UE.

Unos recursos que se destinarán principalmente a un triple objetivo y que hay que atacar al mismo tiempo:

– la promoción de la equidad, -a través de las becas y ayudas al estudio, la ampliación de la educación de 0 a 3 años y la prevención del abandono escolar-;

-el impulso a la Formación Profesional, tanto del sistema educativo como para el Empleo;

-la digitalización de la educación.

España dispondrá de unos recursos indispensables para afrontar el proceso de modernización y transformación. Un incremento presupuestario que puede generar un círculo virtuoso educativo si se saben aprovechar. Si bien los recursos son solo una parte de la ecuación, son indispensables para afrontar algunos de los grandes déficits históricos de nuestro país.

En ese contexto, el reto de la equidad emerge como un objetivo central y prioritario. El Ministerio de Educación pretende destinar a esa tarea una suma muy relevante, 2.360 millones de euros, en el que una buena parte -2.090 millones-, se destinarán a becas y ayudas al estudio para garantizar la igualdad de acceso a la educación.

También se prevé dedicar 200 millones de euros a la creación de 21.794 plazas de Primer Ciclo de Educación Infantil de titularidad pública. Recursos que deben permitir no dejar a nadie atrás.

Pero el dinero no lo es todo. Trabajar activamente por un sistema educativo equitativo exige atacar una de las grandes lacras, el abandono escolar.

Es fundamental activar las Unidades de Acompañamiento y Orientación Personal y Familiar para poder llegar a todos aquellos niños educativamente vulnerables y en situación o riesgo de exclusión social. Una tarea titánica y urgente a la que se tienen que poner a trabajar de forma coordinada todos los niveles de la administración (nacional, autonómico y local).  

Impulsar y reputar la Formación Profesional

Uno de los patitos feos del sistema educativo español lo ha constituido tradicionalmente la FP. No ha contado con la dedicación suficiente además de tener mala reputación y poco reconocimiento social. Tradicionalmente ha aparecido como el furgón de cola del sistema o la vía educativos para muchos alumnos poco aventajados.

Por el contrario, en algunos países de nuestro entorno como Alemania, la FP ejerce como eje vertebrador en la formación del talento del país y es un pilar de su economía. El proyecto de Presupuestos Generales del Estado que hemos conocido, incluye por primera vez partidas muy relevantes para la Formación Profesional para el Empleo vinculada al Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales con importantes incrementos en las dotaciones presupuestarias.

Pero más allá de los recursos económicos, que son condición necesaria, tenemos que invertir en inteligencia y esfuerzos para que la FP gane reputación y reconocimiento ante la sociedad para que constituya uno de los vectores de generación de perfiles profesionales cualificados para atender la creciente demanda en el ámbito de la economía digital. La FP tiene que ser igualmente una vía para contribuir al necesario reskilling de trabajadores y desempleados en nuevas profesiones formando en competencias básicas y profesionales tecnológicas y digitales.

Atacar la emergencia digital

Otra de las prioridades ineludibles es la digitalización de la educación. La pandemia y el confinamiento ha desnudado nuestro sistema educativo, mostrando las diferentes brechas digitales en nuestra sociedad. La pandemia y el confinamiento provocó el cierre de las escuelas y muchos proclamaron las bondades y la oportunidad de la educación on-line dando por hecho que todo el mundo tenía ordenador y wifi en casa.

Pero la realidad era otra, y hemos aprendido que las brechas ya existían, como explica recurrentemente Cristina Colom, Directora de Digital Future Society de la Mobile World Capital: “durante los últimos años las brechas digitales se han amplificado y agravado. La parte positiva es que todos los que tienen algo que ver con ellas se han puesto las pilas y las administraciones públicas han dado en estos meses pasos importantes para reducirlas”.

Parece que esa conciencia se ha trasladado al proyecto de los PGE, dotando 1.013 millones de euros para atacarlo en colaboración con las Comunidades Autónomas. Pero el reto radica en la capacidad de ejecutarlo de forma rápida y eficiente si no queremos dejar a colectivos vulnerables atrás. Estos recursos deberían permitir la entrega a las CCAA de 250.000 dispositivos móviles adicionales -que se suman a los 500.000 equipos previstos por el primer Plan de Educa en Digital– con el fin de reducir la brecha digital de los alumnos.

Además, 827 millones permitirán la instalación de 236.318 Aulas Digitales Interactivas y 31 millones dedicados a la capacitación y soporte de escuelas y docentes para el uso de los Sistemas Digitales Interactivos (SDI) en las aulas.

En definitiva, hay que tomar conciencia de la emergencia digital y afrontarla con la urgencia que requiere incorporándola a las agendas políticas, empresariales y sociales. No podemos quedarnos intentando predecir el futuro, nuestra responsabilidad es construirlo con coherencia y sentido.

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