El diario The Economist ha publicado un demoledor artículo titulado: Do Social Media threaten democracy?. En él critica el daño que los nuevos medios sociales -surgidos con la eclosión de las nuevas tecnologías de la comunicación-, hacen a las democracias liberales modernas. Según el semanario británico, en las sociedades democráticas nadie recibe exactamente lo que quiere, pero puedes elegir como quieres vivir. Sin embargo, en sociedades sin información “decente”, las diferencias se resuelven con la coacción.
La cuestión radica es saber y decidir quién decide lo que es decente o no lo es. Durante generaciones, el control de información ha sido crucial para ejercer el poder y se producía y distribuía de una forma jerárquica, de arriba-abajo. Hoy, la otrora máxima “la información es poder” ha quedado obsoleta frente a al nuevo mundo y a la economía de la atención. Compartir y co-crear es la base de nuevas formas de generar valor político, económico, social y cultural, y la economía colaborativa ha venido para quedarse, y está removiendo los cimientos de la política y la economía, generando nuevas contradicciones y oportunidades.
En el terreno de la comunicación, atrás quedaron los tiempos en que unos pocos manejaban información y datos, y los gestionaban y empaquetaban para el consumo de los demás. El modelo jerárquico de distribución de la información ha colapsado, y con ellos asistimos al fin de los públicos cautivos. Una de las consecuencias de ello es, la crisis de los medios tradicionales, que no han encontrado todavía un modelo de negocio sostenible en este nuevo mundo hiperconectado y transparente, en el que han de convivir con un nuevo ecosistema de micromedios que en algunos casos han llegado a convertirse en verdaderos referentes informativos y en poderosos “influencers”.
Es verdad, sin embargo, que en este nuevo mundo del reinado de las tecnologías de la información y la comunicación, hay problemas por gestionar y resolver. Igual que circula la información y los datos, viajan en ellas los bulos y las mentiras, eso que se ha venido a llamar la posverdad, dando alas, tribuna e incluso alcanzando el Gobierno a populismos de todo tipo, algo que daña los cimientos de nuestras democracias. Pero, ¿ es el medio o el canal que lo difunde el problema, o es la manifestación de otros problemas más profundos en nuestras sociedades?. The Economist llega a afirmar que los Social Media han diseminado el veneno (en relación a la injerencia rusa en las elecciones americanas), pero igual reconoce igualmente que estos medios no crean las disputas sociales, sino que las magnifica. Y es que las mentiras no se combaten matando al mensajero, o limitando o censurando los Social Media, sino con información de calidad, creatividad, rigurosidad, responsabilidad y efectividad. Y en ese terreno, instituciones públicas y medios de comunicación van retrasados o se están quedando obsoletos.
Conjuntamente a la economía colaborativa, o un nuevo mundo que emerge y que el periodista Paul Mason han llamado el post-capitalismo en su fascinante libro, vivimos igualmente en la era de la “economía de la reputación”, donde los muros de antes son hoy paredes de cristal en el que casi todo se ve, se sabe o se filtra. Y en esa nueva realidad, medios de comunicación y gobiernos están perdiendo la batalla de la credibilidad y la reputación frente a terceros. Los medios de comunicación son un pilar fundamental para nuestras democracias, pero muchos de ellos han dejado de cumplir su función social y han pasado a manos de grandes grupos corporativos o empresariales que condicionan o limitan su libertad editorial y por ende la calidad del periodismo y la información. Y cuando se pierde la reputación y la credibilidad, otros vienen a ocupar esos espacios vacíos. Eso no es un problema de los medios sociales, sino de las propias incapacidades de nuestras instituciones, organizaciones y medios de comunicación de cumplir con su papel original.
No hay muchas soluciones viables. Haría falta una nueva cultura de trabajo conjunto por la calidad. la creatividad y la rigurosidad de los contenidos, algo que cuesta tiempo, recursos y por lo tanto dinero. Hay que pensar, investigar, producir y distribuir contenidos de calidad y con rigurosidad, e instituciones, empresas, organizaciones y ciudadanos comprometidos con esos valores, debiéramos construir nuevas coherencias, nuevas estrategias para combatir la mediocridad y la mentira. Peor eso requiere grandes dosis de flexibilidad y generosidad, ya que el mundo está lleno de matices. Si no aprendemos a construir y gestionar soluciones complejas a problemas complejos, no podremos navegar por las las aguas revueltas de la política, la economía y la sociedad. Podemos seguir lamentándonos de lo mal que estamos y hacer cada uno la guerra por su lado, pero así perderemos muchas de las batallas que tenemos frente a nosotros para preservar los valores de la democracia. Necesitamos nuevas actitudes y nuevas aptitudes.
Foto: Batenbroch International
¿Son los "Social Media" un peligro para las democracias?. Gobernar en la era de la "economía de la atención"
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